Los días 2 y de
3 de mayo de 2014 nos reunimos en San Miguel de Tucumán casi un centenar de
trabajadores de salud mental de las más diversas inserciones (operadores de
salud, musicoterapeutas, terapistas ocupacionales, psiquiatras, psicólogos,
psicoanalistas, residentes, comunicadores, licenciados en ciencias políticas, artistas,
trabajadores sociales, estudiantes y usuarios) provenientes de varias
provincias del país: Salta, Catamarca, Santiago del Estero, Santa Fe, Capital
Federal, Río Negro y, por supuesto, Tucumán. A esto se sumó la adhesión escrita
de trabajadores de salud mental de Formosa. El objetivo: la conformación de un
Frente de trabajadores que pueda dar visibilidad y potenciar prácticas transformadores
e instituyentes que están teniendo lugar en todo el país.
El trabajo se
desarrolló en un clima concordante con el espíritu de la ley 26.657, el del trabajo
entre actores provenientes de prácticas y tradiciones teóricas diversas. Los
debates se organizaron a partir de intercambios de experiencias en distintos
campos, y de algunos enunciados que se encuentran en nuestra convocatoria, como:
“Inventar o fracasamos” y “Desmanicomializar nuestras cabezas”.
A partir de las
dificultades y logros observados en dichas experiencias se pusieron en tensión
los dos ejes inseparables de la ley: el clínico y el relativo a los derechos
humanos. Desde esta perspectiva se
acentuó la importancia de que la ley se haga cuerpo entre los diversos actores,
para que no se pierda en una maraña de enunciados administrativos.
Se insistió en
que resultaba central que todos pudiésemos responsabilizarnos de la dimensión
ético-política que la ley implica, sin perder de vista sus exigencias
materiales, en otras palabras, la ley nos invita a pensar críticamente acerca
de nuestras prácticas clínicas cotidianas.
Crítica que involucra tanto a nuestras
experiencias inmediatas actuales, como también a una historia que se nutre de
una larga tradición de luchas y búsquedas que comenzaron a finales de los
cincuenta, y permitieron, entre otras cosas, tener hoy la ley vigente.
Otro acuerdo que surgió en los debates, fue resaltar
la importancia de tender a abandonar el aislamiento, la queja y los sesgos
corporativistas, promoviendo la acción y el pensamiento colectivo
imprescindibles para nuestro quehacer.
Dado que nuestro
presente sigue determinado por la complejidad de los diferentes padecimientos
humanos, entendemos la imperiosa necesidad de un trabajo horizontal y
compartido. De tal forma, que podamos cada vez generar espacios que contengan y
nos ayuden a afrontar las dificultades frente al padecimiento psíquico.
Esta dimensión
social y política se evidenció en el curso de los debates, y se plasmó también en
las preocupaciones que se desplegaron en la mesa redonda que se organizó: “Medios
de comunicación y Salud Mental”. Para todos resulta evidente el lugar central
que los medios de comunicación tienen en las subjetividades actuales, que sus
dinámicas son muchas veces deletéreas de los lazos sociales, pero que también son
instrumentos posibles para una construcción de la salud colectiva. En esa
perspectiva se abrió el debate acerca de otros modos de comunicación que
también producen lazo social por fuera de los grandes medios.
Se sugirió que
el nombre de nuestra publicación, “Puntos
suspensivos…”, puede ser interpretado como el modo de expresar un trabajo
que sólo cobrará vida en la medida en que nos identifiquemos como una potencia
transformadora de nosotros mismos y de la realidad.
Estas fueron las
últimas conclusiones y, así también, compromisos:
·
seguir
ampliando el Frente por la
Salud Mental a todo el país y a la mayor cantidad de personas
implicadas, para continuar sosteniendo y generando prácticas transformadoras
al tiempo que:
·
trabajemos
para que se incorpore esta mirada a la vida universitaria, como un eje en la
formación de los estudiantes, futuros agentes de las prácticas de salud mental.